Seguidores

jueves, 31 de diciembre de 2015

Que sí, que lo estamos logrando.

Querido 2015:


Ahora se supone que tengo que hablarte, de lo malo que has sido o de lo bien que te has comportado, en resumen, hacer un balance de lo que me has dado y de lo que me has quitado también.

Pues bien, no sé qué decirte exactamente; supongo que este ha sido un año duro, bueno, lleno de experiencias y de emociones y por qué no, lleno de lecciones y obstáculos que al fin y al cabo he tenido que superar. Has estado repleto de errores, de aciertos, me has dado cosas que otros años me han quitado.

Bueno, creo que puedes estar seguro de haber sido un año transitorio, de muchos cambios, nuevas sensaciones. Es extraño, ha habido otros como tú que sí que me han inspirado, me han hecho escribir de una forma más fácil, pero es que en cierto modo tengo la sensación de que tú eres un poco más complicado que todos los demás.

Quién sabe, puede que la razón sea que la que ha cambiado he sido yo, la que ha evolucionado, que la que ha cambiado de “fecha”, al final he sido yo. Si de algo puedes enorgullecerte es de haberme hecho mejor persona, de haberme ayudado a valorarme a mí misma más de lo que lo había hecho hasta ahora.

Creo que fue a tu antepasado a aquel a quien le dije que tendrías un camino difícil para hacerme cambiar, para conseguir una gran evolución en mí. Pues bien, creo que vamos por el buen camino, amigo. Sí, estoy segura de que lo estamos consiguiendo.

Por tanto, espero de corazón que mi 2016 consiga que este proceso se cumpla del todo, que todo en cierto modo se encauce una vez más, acabar el trabajo que juntos comenzamos, que en parte logramos. 

Adiós 2015, quiero que te quedes con la sensación de haberme dado muchas cosas y de haberme quitado pocas, de que el balance está totalmente a tu favor, que te has comportado verdaderamente bien.

Y a ti,  solo decirte que, bienvenido seas, 2016.

miércoles, 22 de julio de 2015

Mi mundo


Creo que ya es hora de volver; He estado mucho tiempo fuera, mucho tiempo lejos de este mundo tan mío y tan nuestro. Creí que no lo necesitaba. Es más, sentía de verdad que ya no formaba parte de esto, en realidad. Estaba prácticamente convencida de que, a mis 17 años, por fin había llegado la hora de cambiar, de abandonar esto que un día fue tan mío.

Pero, no. Aquí estoy, no por la presión de sentir que debía volver, ni siquiera por lo que la gente pueda llegar a pensar; sino por mí misma. Creía que escribir de verdad no era lo mío, porque escribir cuando se está triste es algo muy subjetivo, algo de lo que tengo que depender. Pero, hoy no estoy triste.

Estoy nostálgica, necesitada de sacar palabras que llevan tanto tiempo en mi cabeza, obligada por una gran parte de mí a volver a este mundo, este mundo tan mío, que llegó a ser tan parte de mí. Todo este tiempo luchaba por entender cuál era la razón para mi falta de inspiración, para mis pocas ganas de escribir. Pero paré y me dije, ¿De verdad es necesario estar triste para que escribas? ¿De verdad es necesario desahogarte de algo, o de alguien, cuando escribes? Llevo muchos años aquí, y de lo que me he dado cuenta es de que pocas veces he hablado de mí, de mí misma. Quiero encontrarme. Quiero estar dispuesta  a volver a verme reflejada en mis letras, a volver a sentir que formo parte de esto.

Que nadie más puede quitarme mi mundo, porque, al fin y al cabo, es mío, yo lo creé, yo lo formé. Y aquí sigue, vacío por mi falta de letras, dejando un hueco insignificante en un mundo tan grande como es el nuestro. Pero aquí sigue. Y creo que eso es lo más importante. Creo que hoy me he dado cuenta de que en realidad no escribo para nadie, sino que escribo para mí misma. Que alguien lo lea es algo que me da fuerzas, pero no es lo que realmente busqué al principio.  Buscaba escapar. Buscaba entender. Y creo que ahora, lo que busco es encontrarme a mí misma, tal y como me estuve tratando de encontrar a lo largo de todo este tiempo. Hoy, he vuelto. Hoy, estoy dispuesta a encontrarme.

@TumundoblogI

lunes, 13 de abril de 2015

Y luego estás tú.



Hay cosas que duelen, que duelen de verdad. Como un golpe donde más daño provoca, o incluso como un grito en mitad de un prolongado silencio. Como una ciudad siendo invadida por las olas del mar. Y luego estás tú, el mayor de los daños. Ese que significa para mí, un todo  en medio de un inmenso nada que no puedo evitar sentir.

Es curiosa, la manera en que los acontecimientos cambiaron de golpe, como ellos nos cambiaron a nosotros. La manera en que los abrazos, los besos, las caricias y toda esa palabrería barata se quedase en un vacío lleno de silencios y de cosas que no se dijeron. Se podría decir que es un poco extraña la manera en que apareces, como vívido tras un millón de pegajosas telarañas. Porque ante todo, aquí estás, aunque hayas pasado conmigo más tiempo del que realmente deberías.

Fueron unos 40 días, ¿sabías? 40 días de 24 horas cada uno, 40 días de 1440 minutos. Y no hablemos de segundos, porque parecerían demasiados si comparamos la importancia que yo tuve para ti. No sé qué contar que no haya contado ya, porque, creo que mi espacio es a día de hoy más tuyo que mío. Que te has apoderado de mi yo, a pesar de los 17520 minutos que han pasado desde que no estás. 17, qué coincidencia.

Sigo estando convencida de que todo esto se trata de un caso extraño del que yo no fui partícipe, del que ni siquiera llegué a darme cuenta hasta que sucedió. Quién puede culpar a una niña que no sabía siquiera lo que estaba creando, lo que todo eso conllevaría unos dos años después.

Me gustaría comprender el motivo de todo esto, la razón por la que te topaste conmigo, ya sabes, de casualidad, sin avisar. Y yo que creía que lo que me contaban eran cuentos chinos. La verdad es que odio admitir que te he dado la importancia que realmente no tienes, y que he idealizado a un personaje que ni siquiera se acerca a lo que en realidad pudiste llegar a ser. No quiero volver a hacerlo. Ya me entiendes, lo de escribirte aun cuando todo lo nuestro ya está superado. O, bueno, cuando me hago creer que de verdad así lo está.

Dicen que las recaídas son las peores partes de las enfermedades, pero que son capaces de conseguir una eficaz cura. Y dime tú que cura puedo hallar, si no paro de mencionarte aun cuando llevas 43200 minutos sin aparecer. Dame la receta, porque necesito una vez más el medicamento. El medicamento que logre alejarme de ti, mi mayor dolor, de una vez por todas.

@TumundoblogI

domingo, 8 de marzo de 2015

Porque la vida son momentos



Dicen, que lo mejor que puedes hacer para buscar un poco de alegría en tu horrible oscuridad, es pensar en las cosas que te hacen ser feliz día a día, lo que te arranca una sonrisa cuando piensas en ello. Lo que hace que las complicaciones se vuelvan una mera tontería, una mala jugada del destino.

Creo que lo que me hace feliz es una taza de café calentito en mitad de una tarde lluviosa; me hace feliz el olor de un libro recién comprado, y también leer hasta más o menos las tres de la mañana. Me hace feliz el sol, la noche y las estrellas que pocas veces se ven desde mi balcón. La luna a medias, las canciones tranquilas cuando no puedo parar de moverme.

La tristeza de un domingo por la noche, la tranquilidad de un día sin hacer nada. El calor que desprenden las noches de verano, el sonido de la lluvia en mi paraguas. Pisar charcos cuando llevo botas de agua, taparme hasta arriba cuando intento dormir. Escribir durante horas, pensando cuáles pueden ser las palabras exactas.

Me hace feliz despertarme a medianoche por un chute de inspiración, me hace feliz el sonido de su voz tras dos semanas sin tenerle. Un paseo a media tarde, un 10 en la asignatura que peor se me da. Los ojos de mis padres cuando están orgullosos de mí, y también la sonrisa de mi hermana cuando estoy de mal humor.

Un “te quiero” en el momento más inesperado, e incluso un abrazo cuando más lo necesito. Las sorpresas. Una sonrisa entre lágrimas, un llanto tras una risa imparable. Me hacen feliz pequeñas cosas, como una mirada o una sola letra del abecedario.

Me hace feliz la vida, porque la vida son momentos, en los que se sonríe, se gana, se pierde, y en muchas ocasiones, ella misma te hunde.

@TumundoblogI

domingo, 1 de febrero de 2015

Que suenas a paraguas y corazones rotos

Hola, febrero


Sé que quizás últimamente esté cogiendo esta costumbre tan extraña de escribir a los meses, y de que quizás ni me escuchéis ni me prestéis atención, pero, me temo que esta vez te ha tocado a ti formar parte de mi peculiar manía.

Vengo para decirte, que tienes pinta de ser un buen mes. Pero, ya sabes, alguien me enseñó una vez que es mejor no tener unas altas expectativas sobre nada, por si acaso nos terminan decepcionando. Tienes pinta de frío intenso, de niebla y nieve al mismo tiempo. De viento, de truenos y rayos varios. También tienes pinta de amor, de ilusión y de esperanzas, y, cómo no, de promesas y rupturas.

A quién vamos a engañar, tienes pinta de café con leche calentito entre mantas, de quejas, de abrazos y besos nunca dados, de enfado constante, aunque también de un pequeño resquicio de esperanza.

Eres el mes del amor, ese que la gente tanto ansía para después pasar completamente desapercibido. Eres ese 14 de febrero nunca dicho, esos carnavales jamás vividos y esa gran necesidad de vacaciones que nunca llegan.

Febrero, tú tan triste como siempre; suenas, ya sabes, a lluvia y a granizo, mezclado con ese viento invernal, ese que tanto molesta a la gente común a la hora de abrir un paraguas. Por ello, también suenas a paraguas y corazones rotos, a heridas abiertas y a palabras no pronunciadas.

Este mes no traigo reproches ni deseos, ni tristezas en un frasco. No vengo con esperanza, ni con amor ni ilusión. Ni siquiera me atrevo a hacer uso de eso a lo que llaman promesas, ni me veo partidaria de ninguna clase de ruptura. No vengo a quejarme de que me rompiste el paraguas, ni de que dejaste mi café a medio calentar. Solo vengo, para decirte, que tienes pinta de ser un buen mes.

@TumundoblogI

domingo, 11 de enero de 2015

Tienes esa clase de mirada que aniquilaría las defensas de todo ser humano.



¿Sabes? Es raro; lo tuyo y lo mío. Es atípico, fuera de los tópicos típicos de una historia de amor normal. Ni siquiera podría considerarse eso, una historia de amor, porque, como los dos bien nos dijimos una vez, no somos nada más que dos personas que se quieren, que una vez fueron pero que ya no son.

Pero, ¿sabes? Mucho me temo que quizá mi corazón haya decidido romper las reglas, haya hecho con ellas lo que quiera, y que nos haya desafiado a los dos. Nosotros, con nuestra historia inacabada, nosotros, con nuestras miradas sin necesidad de habla. Nosotros, en un mundo secreto del que nadie más puede formar parte.

No es por nada, pero nunca me había visto contigo. No por ti, sino porque aquella última vez no salió bien. Estaba totalmente convencida de que solo quería pasarlo bien, entretenerme, quererte a mi manera, usarte sin medida, al igual que tú a mí.

Pero, ¿y si las cosas cambiaron? ¿Y si nuestro juego se nos ha ido de las manos? No sé tú, pero yo cada vez adoro más tu bonita sonrisa. No sé tú, pero cada vez disfruto más de tus besos y abrazos, mucho más de tus caricias y susurros. No sé tú, pero yo me niego a aceptar lo inevitable. Me niego a aceptar que mi cuerpo sufre de una epidemia que por tu culpa primero infectó mi corazón.

Y, ¿sabes? Tienes esa clase de mirada que aniquilaría las defensas de todo ser humano, esa clase de voz que derrotaría hasta a un necio sin corazón. Y, no sé si te has dado cuenta de que no leímos la letra pequeña de nuestro contrato, que no acordamos qué pautas había que seguir para salir ganador de nuestro juego. Porque, creo que jugamos en un juego sin ningún ganador, y mucho me temo que yo ya no quiero jugar más tiempo.

Porque, ¿sabes? Creo que te quiero.

@tumundoblogI