Querido 2016,
No te vayas. No te acabes, no
todavía. Necesito disfrutarte al máximo, eres demasiado maravilloso para que te
alejes de mí tan pronto. ¿Cómo lo haces?
¿Cómo haces para dar felicidad a todos los que te rodean?
Si te soy sincera, no sé cómo
agradecerte con palabras todo lo que has hecho por mí, todo lo que me has
ayudado a conseguir, todo lo que me has llenado por dentro. Me has dado lo
inimaginable en estos 366 días del
año, y de eso que dicen que los bisiestos dan mala suerte. Pues siento informar
de que me he quedado yo con toda la suerte. Mía, mía,
mía.
Es curioso, porque todo mejoró
cuando tiré la carta de San Juan a la hoguera, cuando quemé todo lo que podría
unirme a mi antigua yo. Creé una nueva versión de mí, y nunca he estado tan orgullosa de ser yo misma tanto como lo soy ahora. He
cambiado, sí, he crecido y también
me he caído, pero, ¿no es esa la mejor
técnica para aprender?
Otros años me he quedado con la
parte negativa de todos vosotros, pero este año me niego a quedarme con tus
lados malos. Porque has sido increíble.
Has sido experiencia, has sido aventura, has sido pura adrenalina y amor. Ay,
amor. Gracias por darme un amor tan puro y real, tan verdadero, a una persona tan hecha a mi medida.
Quién sabe, quizás tú me diste el
empujón certero para el inicio de mi nueva vida. No quiero que te vayas, aunque me hayas dado un día más. Me da pena despedirme de ti, pero quiero
decirte que te has convertido en algo que jamás olvidaré. Serás siempre MI verano, MI año.
A ti, 2017, no sé, pero yo que tú tendría miedo a ser peor que 2016. Tienes una gran responsabilidad,
pero tranquilo, que yo confío en ti. Confío en mi nuevo yo, confío plenamente
en mí misma, confío, confío, confío. Pero qué bien suena eso.
Adiós, 2016, espero que todos te recuerden como ese año bisiesto que no estuvo maldito por la profecía. Bienvenido,
2017, no tengas miedo a ser tú mismo.