Hola, febrero
Sé que
quizás últimamente esté cogiendo esta costumbre tan extraña de escribir a los
meses, y de que quizás ni me escuchéis ni me prestéis atención, pero, me temo que esta vez te ha tocado a
ti formar parte de mi peculiar manía.
Vengo para decirte, que tienes pinta de ser un buen mes.
Pero, ya sabes, alguien me enseñó una vez que es mejor no tener unas altas
expectativas sobre nada, por si acaso nos terminan decepcionando.
Tienes pinta de frío intenso, de niebla y nieve al mismo tiempo. De viento, de truenos y rayos varios. También tienes pinta de amor, de ilusión y de esperanzas,
y, cómo no, de promesas y rupturas.
A quién vamos a engañar, tienes
pinta de café con leche calentito entre mantas, de quejas,
de abrazos y besos nunca dados, de enfado constante, aunque también de un
pequeño resquicio de esperanza.
Eres el mes del amor, ese que la gente tanto ansía para después
pasar completamente desapercibido. Eres
ese 14 de febrero nunca dicho, esos carnavales jamás vividos y esa gran
necesidad de vacaciones que nunca llegan.
Febrero, tú tan triste como siempre; suenas, ya sabes, a lluvia y a granizo, mezclado con ese viento invernal, ese que tanto molesta a la gente común a la hora
de abrir un paraguas. Por ello, también suenas a paraguas y corazones rotos, a heridas abiertas y a palabras no
pronunciadas.
Este mes no traigo reproches ni deseos, ni
tristezas en un frasco. No vengo
con esperanza, ni con amor ni ilusión. Ni siquiera me atrevo
a hacer uso de eso a lo que llaman promesas,
ni me veo partidaria de ninguna clase de ruptura.
No vengo a quejarme de que me rompiste el paraguas, ni de que dejaste mi café a medio calentar.
Solo vengo, para decirte, que tienes pinta de ser un buen mes.
@TumundoblogI