Seguidores

domingo, 11 de enero de 2015

Tienes esa clase de mirada que aniquilaría las defensas de todo ser humano.



¿Sabes? Es raro; lo tuyo y lo mío. Es atípico, fuera de los tópicos típicos de una historia de amor normal. Ni siquiera podría considerarse eso, una historia de amor, porque, como los dos bien nos dijimos una vez, no somos nada más que dos personas que se quieren, que una vez fueron pero que ya no son.

Pero, ¿sabes? Mucho me temo que quizá mi corazón haya decidido romper las reglas, haya hecho con ellas lo que quiera, y que nos haya desafiado a los dos. Nosotros, con nuestra historia inacabada, nosotros, con nuestras miradas sin necesidad de habla. Nosotros, en un mundo secreto del que nadie más puede formar parte.

No es por nada, pero nunca me había visto contigo. No por ti, sino porque aquella última vez no salió bien. Estaba totalmente convencida de que solo quería pasarlo bien, entretenerme, quererte a mi manera, usarte sin medida, al igual que tú a mí.

Pero, ¿y si las cosas cambiaron? ¿Y si nuestro juego se nos ha ido de las manos? No sé tú, pero yo cada vez adoro más tu bonita sonrisa. No sé tú, pero cada vez disfruto más de tus besos y abrazos, mucho más de tus caricias y susurros. No sé tú, pero yo me niego a aceptar lo inevitable. Me niego a aceptar que mi cuerpo sufre de una epidemia que por tu culpa primero infectó mi corazón.

Y, ¿sabes? Tienes esa clase de mirada que aniquilaría las defensas de todo ser humano, esa clase de voz que derrotaría hasta a un necio sin corazón. Y, no sé si te has dado cuenta de que no leímos la letra pequeña de nuestro contrato, que no acordamos qué pautas había que seguir para salir ganador de nuestro juego. Porque, creo que jugamos en un juego sin ningún ganador, y mucho me temo que yo ya no quiero jugar más tiempo.

Porque, ¿sabes? Creo que te quiero.

@tumundoblogI