Querido 2012, por llamarte de alguna manera.
Tú y yo no nos hemos llevado nada bien, tú me dabas
siempre, una de cal, y otra de arena, dejándome siempre con el amargo
sentimiento de culpabilidad.
Teníamos gustos distintos, diferentes caminos por
recorrer, a lo mejor por eso chocamos tanto.
Nunca pensé que podría llegar a odiar tanto una
fecha, un año…
Te llevaste lo que era mío, y no una, ni dos, ni tres
veces. Muchas, y la más dolorosa, hace menos de un mes.
Llegar a imaginarme todo lo que ha ocurrido hasta
ahora, a sabiendas de que era el supuesto “fin del mundo”. Para mí ha supuesto
el final de muchas cosas, creo que de algún modo, por tu culpa o gracias a ti,
he aprendido unas cuantas lecciones, he madurado.
Imagínate lo duro que has resultado ser para mí, que
hasta llegué a desear que la teoría del apocalipsis sería cierta, que todo se
esfumara, irme con la persona que me arrebataste, así, sin más, dejándome con
las manos vacías.
He tenido muchas más desgracias que alegrías, pero,
aprendí de ellas, a levantarme con fuerza, tirando hacia delante, como siempre
he tratado de hacer.
Sabía que más hondo no podía caer a no ser que
excavara, así que me apresuré a ponerme de pies y quitarme el barro y el polvo
que había albergado en mí durante unos nefastos meses.
Tranquilo, sé que te has cebado conmigo, pero, no
importa, porque, ¿sabes? No todo ha sido malo, por mucho que me cueste
reconocerlo; también he tenido mis alegrías, unas alegrías que, por cierto,
ahora mismo no recuerdo, y que espero recordar pronto.
Bueno, así, sin más, me despido de ti, deseando,
pidiendo, rogando que el 2013 sea diferente, un año memorable, pero, por favor,
lleno de buenas intenciones y esperanzas.
Saludos odioso año, márchate, corre, y, no vuelvas
más, nunca más.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
@TumundoblogI
Tablones nuestro mundo.